sábado, mayo 13, 2006


Un sueño que nunca debe morir
Cuando se inicia otro año escolar, con entusiasmo, alumnos, maestros, padres de familia y autoridades en todos los niveles del sistema educativo, comienzan otra nueva caminata en el laberinto del conocimiento humano que -la nación espera- ayudará a nuestra niñez y juventud a cultivar valiosos activos intelectuales.

Porque la educación es esperanza que nos permite soñar con ojos abiertos, debemos apoyar a nuestros hijos e hijas para que, en el maravilloso viaje de la inteligencia humana, sean participes en la creación, espectadores en la valoración y solidarios en la divulgación del conocimiento humano. Que sus mentes caminen, cabalguen, vuelen y sueñen en su tránsito por la escuela, el colegio o la universidad, mientras la educación cincela la razón, cobija la fe y libera la creatividad de educandos y educadores.

Alumnos y maestros deben valorar su talento y hacer de la educación una herramienta para –juntos- diseñar y construir catedrales del conocimiento. Nuestro sueño es que con la ciencia descubran, comprendan y dominen la naturaleza y sus leyes, y, con las humanidades desnuden, deshilen y enhebren las infinitas dimensiones creativas del ser humano.

Soñamos con el estudiante que un día, gracias a la educación, pueda transportar su mente hasta el límite del universo conocido. Y, desde allí, dejar que su imaginación le traiga de regreso hasta su propia galaxia y que -maravillado y sorprendido, más no ignorante- reconozca su estrella solar y su planeta. Nave en la que, sola o infinitamente acompañada, viaja la vida, con su valiosa diversidad ecológica, en su tránsito evolutivo hacia la complejidad.

El viaje a lo impensablemente pequeño no ha de serle desconocido. Sabrá que en cada célula hay infinitas preguntas acerca del mundo de lo pequeño. El entender su genoma y el de cada organismo viviente, en tránsito hacia el mundo subatómico, le abrirán las puertas de un nuevo universo donde reina la incertidumbre, y, materia y radiación manifiestan su baile de paso doble: ondulatorio y corpuscular.

Una nueva puerta ha de abrirse mostrándole a los quarks como los ladrillos fundamentales de la materia y, a partir de allí, una penumbra, por ahora invisible para para la ciencia, le invitará a soñar, como amante del conocimiento, en las teorías jamás pensadas. Porque la respuesta a las grandes preguntas puede estar germinando en un aula de clases en Oxford o Pekín, o quizás pueda nacer en la mente de un niño o joven de nuestra patria.

Más bello ha de ser el viaje hacia su interior, gracias a las herramientas que la educación le ha de proporcionar a través de las ciencias humanas. Llegará a comprender su papel y el de su especie y, más que observador pasivo, ha de contribuir con su capacidad y talento a construir una sociedad más justa en la que su convicción de ser libre lo aleje de mandarines y manipuladores del poder y la justicia. Y, por el contrario, lo solidarice con aquellos cuya condición de vida es infrahumana.

La educación es el sueño vivo del hombre en comunión. El hombre y la ciencia, el hombre y las humanidades. El hombre y su entrelazada paradoja entre la fe y la razón, entre el azar y la causalidad. Es el sueño de conquista de la felicidad, de la buena vida y la construcción de un mundo mejor. La educación es un sueño, un sueño que nunca debe morir.

No hay comentarios.: